October 27, 2024
Dear friends,
The Church’s two Reconciliation Eucharistic Prayers are a wonderful call to forgiveness and healing. We are gathered by Christ into a community of faith. The Church, which is the Body of Christ, should be a place free of “conflict and divisions.”
We know all too well that this ideal set before us as a challenge from Christ, is not fulfilled. The world is filled with conflict and divisions. Wars and insurrections, disagreements and dissensions, fights and vendettas, all seem to be the true nature of humanity.
Christ calls us to a new and better way. His blood, itself shed because of division and conflict, becomes that which unifies us one to another. We are one body, one people, united by Christ. Our divisions and our separations one from another, in the long run are not as important as the unity proclaimed, celebrated and won by the blood of Christ. There is a wonderful passage in the Second Reconciliation prayer:
For though the human race is divided by dissension and discord, yet we know that by testing us you change our hearts to prepare them for reconciliation.
Even more, by your Spirit you move human hearts that enemies may speak to each other again, adversaries may join hands, and peoples seek to meet together.
By the working of your power it comes about, O Lord, that hatred is overcome by love, revenge gives way to forgiveness, and discord is changed to mutual respect.
We do not have to live in a divided world. We can reach out in compassion and kindness to one another, putting aside what separates us from one another and embracing that which brings us together. Alone we cannot heal a broken world, but through the One who shed his blood for the broken world we can work for unity. Let us forgive one another, let us put aside that which we hold onto as resentments or rancor and seek the wonderful freedom to unite us one to another!
Every time we gather for Eucharist, the bread and wine becomes the Body and Blood of Christ. His self-sacrifice of reconciliation is made present among us. May the Eucharistic Lord be a source of unity for our city, our nation, our parish, and our world!
Thank you for all you do for our parish.
Father Tiano,
Pastor
Queridos amigos,
Las dos Plegarias Eucarísticas de Reconciliación de la Iglesia son un maravilloso llamado al perdón y a la sanación. Cristo nos ha reunido en una comunidad de fe. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, debería ser un lugar libre de “conflictos y divisiones”.
Sabemos muy bien que este ideal que Cristo nos ha propuesto no se cumple. El mundo está lleno de conflictos y divisiones. Guerras e insurrecciones, desacuerdos y disensiones, peleas y venganzas, todo parece ser la verdadera naturaleza de la humanidad.
Cristo nos llama a un camino nuevo y mejor. Su sangre, derramada a causa de la división y el conflicto, se convierte en aquello que nos une unos a otros. Somos un solo cuerpo, un solo pueblo, unido por Cristo. Nuestras divisiones y nuestras separaciones entre nosotros, a largo plazo, no son tan importantes como la unidad proclamada, celebrada y ganada por la sangre de Cristo. Hay un pasaje maravilloso en la segunda oración de la Reconciliación:
Aunque la raza humana está dividida por la disensión y la discordia, sabemos que al ponernos a prueba cambias nuestros corazones para prepararlos para la reconciliación.
Más aún, por tu Espíritu mueves los corazones humanos para que los enemigos vuelvan a hablarse, los adversarios se tomen de la mano y los pueblos busquen reunirse.
Por la obra de tu poder, Señor, se logra que el odio sea vencido por el amor, la venganza dé paso al perdón y la discordia se transforme en respeto mutuo.
No tenemos por qué vivir en un mundo dividido. Podemos tender la mano con compasión y bondad unos a otros, dejando de lado lo que nos separa y abrazando lo que nos une. Solos no podemos sanar un mundo roto, pero a través de Aquel que derramó su sangre por el mundo roto podemos trabajar por la unidad. Perdonémonos unos a otros, dejemos de lado lo que guardamos como resentimientos o rencor y busquemos la maravillosa libertad de unirnos unos a otros.
Cada vez que nos reunimos para la Eucaristía, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Su autosacrificio de reconciliación se hace presente entre nosotros. ¡Que el Señor Eucarístico sea una fuente de unidad para nuestra ciudad, nuestra nación, nuestra parroquia y nuestro mundo!
Gracias por todo lo que hacen por nuestra parroquia.